España lleva más de dos décadas subido al tren de Europa. Lo cogimos el 1 de enero de 1986 gracias a la adhesión de nuestro país a la Unión Europea. Desde entonces, hemos recibido importantes ayudas económicas a través de los distintos Fondos Europeos (Fondo de Cohesión y Fondo de Desarrollo Regional FEDER, principalmente), a fin de impulsar el desarrollo económico, social y territorial.
Los Fondos recibidos han permitido acometer la construcción de infraestructuras vitales para el desarrollo de España, en cumplimiento con uno de los objetivos de la UE: reducir las diferencias entre los niveles de desarrollo de las diversas regiones. Lo hemos conseguido. Nuestra renta por habitante se sitúa en la media de la Europa de los Veinticinco.
La intervención con cargo a los Fondos ha incorporado las prioridades comunitarias a favor de un desarrollo sostenible, potenciando el crecimiento, la competitividad y el empleo, además de proteger y mejorar la calidad del medio ambiente.
La pertenencia a Europa ha supuesto mejoras en la calidad de vida y bienestar de los ciudadanos y ha aportado modernidad a nuestro país: la ampliación de puertos, la construcción de las principales autovías, los AVE, las depuradoras… se han ejecutado con financiación de la UE. No en vano, el 90 por ciento de la inversión que España recibe de todo el mundo proviene de Europa.
Dos décadas después, no podemos sino alegrarnos por los beneficios obtenidos tras formar parte de la UE.